Mi historia

Era el 2003, yo tenía 22 años, una tarde hueveando en la casa de mi abuela pude ver el logo de Jawa en un tanque de gasolina destellando debajo de un montón de escombro. Durante muchos meses fui retirando los escombros con la paciencia de un paleontólogo desenterrando un fósil, poco a poco una vieja Jawa 250 iba tomando forma.
Con solo la experiencia previa de manejar bicicleta, fui construyendo en mi cabeza un plan loco para reacondicionar esa vieja moto que estaba enterrada por décadas bajo la tierra. Era de propiedad de mi tío, quien a su vez la había heredado de un suegro, pero por falta de tiempo cayo en el olvido en un rincón de la vieja casa esa.
Un chango estudiante y apenas ganando unos cuantos pesos, no tenía muchas posibilidades de comprar una moto en mejor estado, por lo que hable con mi tío quien con poca fe en mi proyecto me dijo que podía restaurarla y que luego hablaríamos del precio.
Era finales del 2004, la moto ya estaba parada, pero a pesar de mi mejor esfuerzo por lavarla, no tenía idea como encenderla o hacerla andar, tampoco podría porque no tenía ni batería y le faltaba un buen mantenimiento. La moto se veía suelta y muy poco enderezada. Consultando con amigos de mi trabajo, me indicaron que cerca había un taller que arreglaba ese tipo de motos viejas; se trataba del taller del pibe.

Fui recorriendo la zona en búsqueda del taller del tal pibe y no fue difícil encontrarlo, pasando el largo pasajito que llegaba a su taller me encontré con un chango menor a mi (era el Juancho, el hermano menor del pibe), con un poco de desconfianza le conté mi caso y luego de pocas palabras me convenció de llevarle mi torcida moto para ponerla a andar. Con la ayuda de un tío y su camioneta, lleve mi moto y luego de una semana mi moto encendió por primera vez, jamás la había escuchado antes, pero ese día encendió estruendosamente, nunca olvidare la emoción que sentí al escucharla.
El mantenimiento había sido interno únicamente, la moto lucia horrible pero no me importaba un carajo por que funcionaba bien y me encantaba. La andaba todo lo que podía, no tenía, placas, ni licencia, ni casco, pero ya tenía la moto andando, la equipe con un trapito y un cartoncito para que no manche el suelo donde quiera que la parqueaba. ¡La amaba!


Por aquel tiempo un amigo Marcelo Lino (MH), me comento que había visto ya un par de veces a un grupo reducido de no más de 4 Jaweros pasear por el prado algunas noches, no recordaba que días eran ni ninguna otra pista de cómo encontrarlos, me recomendó solamente ir al prado algunas noches y esperarlos pasar para ver si me les podía unir. A mí me fascinó la idea, y a pesar de que no conocía a nadie, me fije en la mente ir a cazarlos, naturalmente después de que mi moto luzca presentable.
Se acercaba Julio 2005, entonces yo trabajaba en la Unicen y luego de ahorrar por meses algo de plata, decidí llevarla de vuelta donde el Juancho para ponerla bien cosméticamente. Me dijo que en una semana estaría lista, las semanas pasaron y yo lo visitaba saltado dos días esperando ver progreso, lo que inicialmente tenía que ser solo un trabajito de pinturita termino siendo restauración completa: el Juancho me entrego una larga lista de piezas que debíamos cambiarle, pero aparte de ello me recomendó repintarla entera, pronto pensamos en un nuevo manubrio customizado, la situación escalo cuando llegamos a los cromados, queríamos cromar todas las piezas llegando a cromar radio por radio, en una de esas encontré en la cancha un farol metálico cromado hermoso, luego pensamos que el asiento era horrible lo lleve al tapicero pero no quería un asiento convencional, tenía que ser algo especial. Entre chiste y chiste las semanas volaron y con ellas el dinero presupuestado fue tempranamente rebasado.
Una noche en la que yo estaba instalando una red en el gimnasio Premier, escuche el estruendo clásico de una Jawa pasando; pare las orejas y salí corriendo para ver que moto era, en ese momento vi a Cesar parqueando al lado del Premier, me le acerque y lo salude sin desprender la mirada de su moto. Era hermosa, pero se veía diferente a la mía. Le dije a Cesar que su moto era hermosa y le pregunte si él era parte de los Jaweros que paseaban en las noches, me dijo que sí y que se reunían en la plaza de las banderas, le dije que yo tenía una Jawa también pero que estaba en el mecánico, me invito a acompañarlos en cuanto la tenga lista, ¡los había encontrado!
Ya muy cerca de terminarla (y yo casi en la pobreza franciscana) me entere por el mismo Juancho de que en septiembre habría un evento de motociclistas y pensé que seguramente los famosos Jaweros estarían presentes. Los días estaban contados, teníamos que terminar mi moto para ese evento. Yo estaba ahí todas las mañanas temprano con el pan para el desayuno, seguro de que si aflojaba la moto se quedaría más tiempo ahí, por lo que tenía que ir a joder cada mañana.
La moto al fin salió, pero los escapes estaban hechos bosta, era un día antes del evento y el Juancho muy amablemente me presto unos escapes bellos, recién cromados que le pertenecían a otra moto, pero me los iba a prestar solo para esa ocasión.


El día del evento me aliste temprano y me lance al prado, estaba más feliz que perro con dos colas, pasaba por el prado repleto de motos y solo buscaba algún grupo de Jawas. Entonces vi la moto de Cesar y me acerque, me presento con el grupo y puse mi moto junto con las de ellos. ¡Lo había logrado!


El resto ya es historia